26 enero, 2012

Sinfonía de pólvora, finale de helio

Querido camarada:

¡Feliz año nuevo del dragón! Comienza en China un nuevo año con la explosión de júbilo que sólo se puede imaginar en el país del progreso y el desarrollo; júbilo en forma de humo y mecha, de luces, de chispas, de fuego, de estruendoso catapún.

Corre como la pólvora la alegría, y la alegría hace correr la pólvora por las calles y, sobre todo, por el
aire, que se contagia, ya asmático, del humo de los cohetes. Los chinos vuelven a casa, a pasar las fiestas con la familia, a colocar en sus puertas letreros rojos, de qué color pues, que espanten a los monstruos y atraigan a la buena suerte, y ahuyentar a los malos espíritus con el tronar de los petardos.
Se me ocurren analogías (En la puerta de mi casa/ voy a poner un petardo/para asustar al que venga/ a pedir el aguinaldo…) y paralelismos posibles, pero cualquier parecido con occidente se antoja simple. Por socialistas, y buenos socialistas, como ya te he comentado, los chinos entienden su relación con el espacio y el tiempo de una forma muy lineal, verbigracia, marxista, y contemplan el presente como poco más que el anuncio del futuro (el fin de la opresión y todas esas grandes cosas…).

Pero hasta el presente el río de la lucha de clases histórica ha arrastrado en su caudal tradiciones que se ajustan a lo que está por venir y se acomoda con la modernidad de una forma, aunque socialista, porque en China todo es socialista, faltaría, un tanto peculiar. Tan es así que los peces de colores que se venden estos días alcanzan precios de infarto, ora porque son rojos (ya no sé decirte, amigo, si tiene algo que ver con la política), ora porque en chino existe la homofonía de las palabras “pez” y “suerte”. Tan es así que se venden dragones, que este es el año del dragón, de diamantes, seguro que a precios populares (no lo permitiría el gobierno de otra forma)…

Los chinos al final confían en los amuletos y en la suerte –yo creo que no es nada malo, quizá un poco contrarrevolucionario, casi imperceptiblemente quintacolumnista, pero no llega a ser trotskismo, ni mucho menos–. Esa acomodación de ideología revolucionaria y pasado teóricamente opiáceo, que casi suena a cohabitación en la política francesa, ocurre en el socialismo chino, demostrando al mundo lo mucho que la ideología revolucionaria y el pasado teóricamente opiáceo tienen en común, y sin contradicción.

Por ejemplo, tomemos la evolución que ha previsto la Comisión Nacional para el Progreso y la Reforma de la RPCh, y la figura mitológica del dragón, patrona del nuevo año. Según dicha comisión, 2012 es el año del progresivo enfriamiento de la economía china, del inicio del fin del desequilibrio (positivo) de la balanza comercial. Lo llaman aterrizaje suave. Curioso porque para a los ojos infantiles y fabulosos de un occidental, los dragones tienen alas y parece que suene a que el dragón se retira a descansar las alas.

Pero el dragón chino no es un dragón alado, amigo, no. Es un dragón de agua. Son responsables de las tormentas, las ondulaciones del mar, los remolinos… Para cada uno de los cinco mares que rodean China existe un rey dragón en la tradición popular. De hecho se cree que la figura del dragón es la exageración de las culebrillas y lagartos de los ríos. Para más inri, este año es el del dragón de agua (shuixin), que está en el estado de materia más hacia el yin, con menos fuerza.

Un aterrizaje de un dragón sin fuerzas en el oeste nos recordaría a un flamante y flameante Hindenburg. Pero el dragón chino no tiene alas, así que dejemos las catástrofes aéreas para el morbo capitalista y veamos como los chinos sí que tienen poder, no habrían de tenerlo, para tapar las vías de agua de una economía que se mueve hacía la sostenibilidad milenaria que sólo pueden aportar el socialismo real y de partido.

Un fuerte abrazo con olor a pólvora

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